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Reseñas
A lo lejos
por
Kiko Amat
15.01.2021

¿Qué estamos leyendo?

A lo lejos, de Hernán Díaz.

Distingo escarpados y desolados cañones de arcilla color melocotón en la portada. No será un… un… ¿Es eso un Western?

Premio. Es un Western moderno. Los exquisitos lo llaman anti-Western.

Creía que el género era una cosa extinta, como el Dodo, o dejar mensaje de contestador en teléfonos fijos.

Eso parecía. Pero en los últimos años está atravesando una renovación. Una de las novelas más disfrutables de los últimos años fue Los hermanos Sisters, del guaperas Patrick DeWitt, y era un Western de la stetsonada cabeza a los mugrientos pies. Incluso varios autores españoles se han unido a la (perdón por el chiste) caravana. Jesús Carrasco con Intemperie, Francisco Serrano con En la costa desaparecida, Jon Bilbao con Basilisco

Asumo que el tal Hernán Díaz será otro compatriota nuestro que ha sucumbido a la fiebre del oro (perdona tú por el chiste).

Puedes asumirlo, pero te equivocarás. Aunque su nombre y apellidos se escriban con tilde, él es de por estos lares, que se dice en los westerns. Díaz es sueco-norteamericano de sangre argentina. Pero no te fustigues; ni por el error ni por el terrible chiste de antes. Hace un año a ese caballero no le conocía ni su madre. Díaz es hijo de exiliados argentinos de los 70 (su padre era un cineasta trotskista, su madre psicoanalista). El joven Díaz creció en Suecia y luego en Estados Unidos.

¿A qué lado del Pecos fue a caer?

A ninguno. Díaz es más de ciudad que un Sandwichez. La novela se escribió entre Brooklyn y Manhattan.

Pero ¿la documentación? ¿la sensación de lugar? ¿la primera persona? ¿la… autenticidad de lo vivencial?

A la porra todo eso. Díaz arguye que en un Western no es necesaria, y lo más probable es que tenga razón. El Salvaje Oeste de los westerns fílmicos de la época dorada (John Ford y todo eso) es un mundo completamente idealizado, sanitizado y panfletario, con escasa conexión con la vida fronteriza real, sucia y brutal. Si existe un mundo donde inventárselo todo y tirar de narrativas previas esté plenamente justificado, es este.

¿Díaz sigue la estela del viejo Ford, pues?

Todo lo contrario. Podría decirse que casi todos los westerns en formato novela (exceptuando los bolsilibros pulp de Marcial Lafuente Estefanía y los mamotretos-cliché de Karl May, autor favorito de Hitler) son anti-westerns, en el sentido de que van a contrapelo de la narrativa Hollywoodiana original: los Cowboys y 7º de Caballería eran noblotes y buenos y heroicos; los indios eran siempre de poco fiar, taimados, feos y disparaban por la espalda (y, peor aún, se parecían a Anthony Quinn); los mexicanos medio lerdos, flatulentos, codiciosos y aletargados; las pelirrojas casquivanas y mezquinas… Go West, y un pimiento. No, Díaz estaría más en la tradición desromantizadora del Western literario, gente como el grandísimo Oakley Hall (Warlock, también finalista del Pulitzer 1958, The Bad Lands…) o Larry McMurtry, el Meridiano de sangre de Cormac McCarthy… Si quieres una comparación cinematográfica, A lo lejos se parece más a The Ballad of Buster Scruggs, Jeremiah Johnson o Deadwood que a Rio rojo o Centauros del desierto. Aunque, ahora que lo pienso, la última es bastante metafísica, como la de Díaz.

Espero que te equivoques en eso último. No me atrae casi nada que empiece con meta-. Dame una sinopsis, pronto.

Será un placer. El libro cuenta el periplo vital de Hakan Soderstrom, alias “El Halcón”, un coloso de hombre sueco que, en algún punto de los 1800s, cuando aún es un niño, aterriza en los Estados Unidos, procede de inmediato a perder a su hermano Linus (en la confusión del desembarco) y va a dar con su inocente y sueco culo en California; la otra p*** punta del continente. La novela narra su desperado peregrinaje a través del nuevo mundo -le cuesta, ni más ni menos, una vida entera- para reencontrarse con su hermano perdido.

Me tienes en ascuas. ¿Lo encuentra? Dime que sí.

Pues no te lo voy a decir, que estaría feo. Lo que sí puedo contarte es que a Hakan le pasa de todo. Es el rico desfile de la vida, versión Destino Manifiesto. Con trazas de road movie, si me permites. A lo largo de su peregrinaje, El Halcón topa con James, un obsesivo buscador de oro y su (infortunada) familia; se torna ocasional seudogigoló para una madama sin nombre con dientes podridos; se une a un naturalista escocés que le desvela los misterios del cuerpo humano y la existencia (y le enseña a curar heridas); lucha con los Ángeles de la Ira, saqueadores y redentores sanguinarios en nombre del Altísimo; huye de un Sheriff que (cómo no) le coge una ojeriza tremenda; salva de la muerte segura a un convoy de pioneros liderados por un dúplice falso mesías llamado Jarvis; rescata y sana a una tribu de indios que han sido masacrados por cowboys blancos (duh); bebe sangre de aves, se le muere el caballo y es un maldito drama, le muerde una víbora, casi la palma en un desierto de sal… Y mata a bastante gente, siendo sinceros. Al final se aísla por completo de la sociedad y vive de la caza, un poco como el mencionado Jeremiah Johnson, mientras su fama no deja de crecer allá abajo, en las llanuras. Hakan se ha convertido en un mito del Oeste.

Suena muy bien. ¿El estilo acompaña?

Díaz es un estudioso de Borges, así que muy de vez en cuando se deja dominar por su vena más lírica y afrutada. Pero en general la prosa es precisa y rítmica. No hay muchísimos diálogos, pero la novela es un buen pasa-páginas. Díaz sabe contar una historia y mantener la atención del lector; no se detiene a mirar las flores (desfiladeros, en este caso). Define muy bien, además, lo que es ser extraño en una tierra extraña, la soledad, la violencia extrema, el clima implacable, el compañerismo ocasional, la familiaridad creciente con los elementos… El libro tiene momentos de sentimiento, pero se mantiene a distancia prudente de toda melifluidad y buenismo.

¿Carencias, fallos, momentos WTF…?

Un lector concienzudo tal vez distinguirá algún pequeño problema de punto de vista. El libro también atraviesa dos o tres pasajes implausibles (ciertas deducciones poéticas de Hakan; los speeches del naturalista pueden sonar un punto forzados) y contiene un puñado de extraños anacronismos: el empresario vinícola, el amigo foodie fronterizo (asaz WTF, ciertamente) … pero nada como para llamar a la PEP (Policía de la Escritura Pésima).

Entiendo que te ha gustado. ¿El mundo sonríe contigo?

En este raro caso concreto los corazones de la crítica y el mío laten como uno solo, que decía aquella linda canción. A lo lejos es finalista del Pulitzer y del PEN/Faulkner Award for Fiction. Y eso que, según dicen, antes de la publicación del libro (en una editorial pequeña de Minneapolis, Coffee House Press) Díaz no tenía ni agente ni proverbial perro que le ladrara.

Me lo compro.

Harás bien. La edición castellana es de Impedimenta, traducida por el antes mencionado Jon Bilbao. La catalana, con el título de A l’horitzó, es de Periscopi, traducida por Josefina Caball Guerrero. La caja está por allí. Sigue el camino de babas de Basset.

El Autor
Hernán Diaz

Hernán Díaz nació en Buenos Aires en 1973. Pasó su infancia en Suecia, y en la actualidad trabaja para la Universidad de Columbia. Su primera novela, A lo lejos (2018), fue galardonada con el Prix Page America y el New American Voices Award, entre otros, además de ser considerada uno de los mejores diez libros del año según el Publishers Weekly y uno de los veinte mejores libros de la década según LitHub. La obra también fue finalista del premio PEN/Faulkner a la mejor ficción y del Premio Pulitzer en 2018. Vive en Nueva York.