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Lecturas talegueras para vagos y maleantes
por
Oliver Mancebo
15.07.2021

1
Makoki. Fuga en la Modelo
Miguel Gallardo/Juan Mediavilla, 1984

'Vigilar y castigar', el libro que Foucault publicó en 1975, influyó de manera harto significativa entre los intelectuales y profesores universitarios opuestos al continuismo del régimen de Franco. Pero, más allá de gafapastas, la crítica al autoritarismo, que se extendía a todas las instituciones de reclusión como psiquiátricos, reformatorios, cuarteles, etc., caló también en la cultura popular. Lo hizo a través de los movimientos contraculturales, la antipsiquiatría, el punk, el cine quinqui, la prensa underground y, cómo no, de los cómics (o comix) como 'Makoki'. La revuelta en el frenopático y la fuga como única vía de escape para el cabreo y la juerga. Dicen que pasó de mano en mano, como una jeringuilla, entre los presos del hacinado panóptico barcelonés en los años ochenta.

2
Cárceles en llamas
César Lorenzo Rubio, 2013

Las imágenes dantescas de prisiones destrozadas, motines, polis repartiendo estopa y presos encaramados a los tejados enarbolando la bandera de la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) no forman hoy parte del discurso hegemónico de la Transición. Por eso, mucha gente o las desconoce o si las vio, no se acuerda. Este magnífico, exhaustivo y riguroso libro de César Lorenzo recuerda a los «otros» presos de Franco, los «vagos y maleantes», los presos comunes o sociales, y a través del estudio de su lucha les devuelve el importante papel en la historia que se les ha negado.

3
Un día volveré
Juan Marsé, 1982

«Cogido con pinzas», recelará alguno. Pero toda ocasión es buena para recomendar a Marsé. Las peripecias de Julivert Mon, el protagonista de esta espléndida novela, un viejo militante anarquista de la guerrilla urbana en la postguerra, ex boxeador y atracador de bancos, no transcurren en la cárcel sino justo a partir del momento en que la abandona. Tras cumplir una larga condena, Julivert vuelve a casa con su cuñada y un sobrino que alientan anhelos revanchistas contra la maledicencia e insolidaridad del barrio. Pero su pasado violento solo pervive, remoto y desfigurado, en la excitada imaginación de los jóvenes, que esperan que el ex presidiario desencadene un ajuste de cuentas. Bajo una aparente armadura de novela negra, es la crónica intimista de unos seres enfrentados al deseo de invertir el resultado de una guerra perdida.
Como pinta Cristina Morales en las paredes del Raval: «MARSÉ VIVE!!». Y la lucha sigue.

4
Carne apaleada
Inés Palou, 1975

Inés Palou fue la autora de uno de los pocos —puede que el único— libros de memorias carcelarias escrito por una presa común. Una crónica personal centrada en su propia caída en el delito —que no disculpa— y en el impacto de su dolorosa experiencia en su visión del mundo y sus inclinaciones afectivas. Inés Palou fue una librera que dio con sus huesos en la cárcel por estafa y falsedad documental. Un puñado de artículos en la revista Redención le sirvieron de taller literario intramuros para publicar después esta y otra novela. La segunda, 'Operación Dulce', la historia de un atraco, fue una firme candidata al concurso literario mejor dotado del mundo. La autora, para evitar su inminente reingreso en prisión, decidió poner fin a su vida arrojándose a las vías del tren durante la noche de la votación. En la carta de despedida que dejó a José Manuel Lara, su editor, le espetó: «Le sirvo en bandeja de plata el éxito para el próximo Planeta.»

5
El crimen de Cuenca
Lola Salvador Maldonado, 1979

Una perturbadora muestra de lo que hoy llamaríamos true crime mesetario. Solo que el crimen al que alude el título no fue perpetrado por un psicópata al uso, sino por la Guardia Civil y un juez. En el pueblo conquense de Osa de la Vega, un pastor apodado El Cepa desaparece el 21 de agosto de 1910. Las presiones de la familia y un cacique local llevan a la detención sin pruebas de dos pastores de conocida tendencia libertaria, a los que torturan con benemérita saña hasta arrancar una declaración de culpabilidad. En 1926, cuando los procesados ya habían recuperado la libertad y sobrevivían con las secuelas físicas y mentales de su paso por los calabozos, el párroco del pueblo recibió una carta del cura de una localidad a 150 km en la que le pedía la carta de bautismo de El Cepa, que allí vivía tan ricamente y deseaba casarse. Sobre estos hechos reales, Ramón J. Sender escribió la novela El lugar de un hombre (1939), y Pilar Miró realizó El crimen de cuenca (1979), con guion de Salvador Maldonado. El gobierno “democrático” de UCD prohibió la película y su realizadora fue objeto de un proceso militar. Ante el secuestro, Salvador Maldonado publicó este sobrecogedor libro.